Una aventura en verso
de amor, humor, enredo y magia

Una aventura en verso de amor, humor, enredo y magia

Muy pocos son reales, ninguno es casual

Todos los personajes de «El huevo de Rolando» adquirieron sus nombres en la pila bautismal de la imaginación de Águeda por un motivo concreto, en ocasiones relacionado con la tradición literaria de los poemas épicos. A continuación desvelaremos algunos de ellos.

Empecemos por el protagonista: Rolando. Si al pensar en este nombre se te viene a la cabeza un conocido futbolista, estás disculpado, pero no tiene nada que ver. En realidad, probablemente se trata de un homenaje al viejo poema épico de origen francés (La chanson de Roland), que se considera hoy día el cantar de gesta más antiguo escrito en lengua romance en Europa, allá por el siglo XI.

Pero lo más divertido del nombre de este muchachote es su título. Es el heredero de la baronía de Yema Mejida, nombre que inmediatamente sugiere el mote por el que en la obra se conoce a los varones de este linaje: los “Huevones”. El nombre de Yema Mejida resulta tan sonoro, tan digno de figurar en las lindes de un feudo medieval, que nadie diría que es en realidad la denominación que se da a la yema de huevo batida con azúcar y disuelta en leche o agua caliente, que se usaba tradicionalmente como medicamento para los catarros.

Eso en cuanto a la baronía. Al margen de ella, en la obra hay dos familias con condado, pero entrar en el asunto de la nomenclatura de los condes es una cuestión peliaguda y botánica. En primer lugar, tenemos a la condesa Burgadea. Si buscamos algún antecedente de este nombre, no encontramos nada, lo que nos indica que es completamente imaginario. Pero hete aquí que…

«En Santa Gadea de Burgos, do juran los hijosdalgo…»

Estos son los dos primeros versos del Romance XX del Cantar del Mío Cid, escrito casualmente en octosílabo, como nuestro “huevo”. Burgadea resulta ser una elegante crasis: un recurso gramatical que consiste en la contracción de las palabras Gadea y Burgos en un único término que resulta en un nuevo y sonoro nombre de mujer. Así pues, si el nombre de Rolando homenajeaba el poema épico francés, el de Burgadea es un ingenioso homenaje al inmortal Cantar, escrito hacia finales del siglo XII, no mucho después de La Chanson de Roland.

Esta alta señora es, además, condesa Viuda de Mata. Con un apellido tan campestre, no es de extrañar que Burgadea decidiera llamar a su hijo Pero. Este nombre es una excelente excusa para algunos de esos divertidos arabescos lingüísticos a que Águeda nos va acostumbrando a lo largo del texto. Se nos describe, por un lado, como nombre con «resonancias frutales», aunque finalmente (como no podía ser de otra manera) su propio titular reconoce que es un nombre «adversativo».

(Sigue…)


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