Una aventura en verso
de amor, humor, enredo y magia

Una aventura en verso de amor, humor, enredo y magia

Cuando el destino manda

Si hubiera ido al colegio, habría sido un nene sin duda aplicado y de buenas notas. Rolando parece haber ocupado gran parte del tiempo de su vida en hacer lo que de él se espera, en seguir la senda que le vino marcada al nacer, y esperar a que se cumpla su destino. Puede que muchos no sepan porqué, pero nosotros lo averiguaremos pronto. Con él aprenderemos también una original moraleja: en realidad, ser el hijo que toda madre querría tener no garantiza ni el éxito en la vida ni la felicidad.

Ya desde el principio de esta historia, nuestros pretendidos protagonistas han sido alcanzados por los dardos de Cupido. Con cuidado de no desvelar más de lo imprescindible, diremos que tal devoción amorosa resulta no ser sino el efecto colateral de un conjuro alquímico del pasado. En efecto, a diferencia de otros personajes que luchan por ganarse su futuro, Rolando tiene perfectamente claro que no puede resistirse a su destino. Es más, podría decirse que ha tenido suerte, porque pese a no haber acumulado ningún mérito ante la dama, en verdad ha conseguido encandilar a una notable mujer, de buen ver y mejor amar.

Así pues, diríase que Rolando está contento con la suerte que le ha tocado, y a pesar de ello es un ser indeciso y atribulado, que vive braceando en un mar de dudas. Por un lado, pronto descubrirá que la dama objeto de su amor, muy a su pesar, va a ser entregada a otro hombre, y la duda le paraliza y le impide encontrar una manera eficiente de afrontar la situación. Por otro lado, en realidad no la ha visto nunca, y lo que es peor, ella tampoco lo ha visto a él, lo que es una mala noticia para un sujeto cuya seguridad en sí mismo está en entredicho.

        

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