Una aventura en verso
de amor, humor, enredo y magia

Una aventura en verso de amor, humor, enredo y magia

La magia justifica los medios

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Endrina es el primer personaje que nos presenta la trama. Es la enigmática dama que, en una noche oscura pero apacible, abandona la seguridad y el calor del castillo que habita para adentrarse en los románticos parajes que lo rodean, llevando en la mano un curioso objeto, cuyo fulgor la delata en medio de la penumbra. Endrina es una mujer bellísima, como no podría ser de otra manera. Esto es un verdadero milagro de la genética, pues su propio padre Ronulfo no parece ciertamente haber contribuido con su porte agraciado, y el propio conde nos recordará, en un momento dado, que la difunta madre de Endrina “en vida ya era fea”.

end_cupido Aunque Endrina está atrapada por el hechizo del huevo de Rolando, ella no se siente víctima, sino criatura afortunada, porque ha sido tocada por la magia del amor. Y es que el huevo está muy bien diseñado, y liga a los amantes no en un sentido platónico y etéreo, sino con una relación auténtica, al añadir a sus ovoides prestaciones un acercamiento multimedia entre los amantes, que la autora representa envuelto en poesía en el Preludio Mágico, al principio del acto I.

Pero mientras que Rolando realmente no tiene ninguna objeción familiar a su amor (todos los varones de la casa de los Huevones han pasado por este inevitable y ancestral ritual), Endrina debe luchar con la oposición paterna. Así, se da la cómica circunstancia de que, a la hora de la verdad, nuestro héroe corre el riesgo de aparecer como un sujeto indeciso y temeroso (al que se le traba la lengua y le suda el cogote). Por el contrario, Endrina, bien por propio mérito o por el impulso espiritual del huevo, se muestra como una mujer madura y determinada a poner en juego todo su ingenio, convenciendo a algún que otro aliado improvisado, para reconducir la actitud de quienes quieren decidir su futuro por encima de su voluntad.

        

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