Una aventura en verso
de amor, humor, enredo y magia

Una aventura en verso de amor, humor, enredo y magia

Simplicidad y simpleza

Ninguno de los dos conceptos (simplicidad y simpleza) están reñidos con el sentido común. Si hay virtudes que adornan especialmente a nuestra humilde criada son, sin duda, su carácter juicioso y su facilidad para poner en evidencia lo evidente.

Plocia es referida en un momento de la obra como “ama de cría” de Endrina. Desde la Antigüedad, el ama de crianza es la mujer a la que se recurría para amamantar al hijo que no es suyo. En la época palaciega que nos ocupa, este personaje era requerido por los nobles de entre la gente humilde para garantizar la alimentación de sus bebés con el menor desgaste para la noble madre. Luego, si todo iba bien, el cometido del ama de cría evolucionaría, y podría continuar prestando servicios como criada de la familia, especialmente dedicada a la crianza de los pequeños.

En el momento en que se desarrolla nuestra historia, estando Endrina ya crecidita y en edad de merecer, Plocia se nos presenta en el papel de aya (sí, sin hache), cuidadora de la niña, y posiblemente la persona que mejor conoce su forma de ser y sus inquietudes. Es obvio que el personaje de Plocia fue diseñado originalmente por Águeda como contrapunto cómico al de Endrina, pero a medida el argumento va tomando cuerpo, este personaje va adoptando la función de “Pepito Grillo”, y en un momento dado parece que es el único capaz de interpretar de una manera equilibrada lo que está ocurriendo.

Plocia es de carne y hueso, y no le es ajena la ilusión de ser feliz, pero dada su edad, su físico y su extracción social, a menudo la escucharemos lamentarse de su suerte y de su falta de esperanzas en ver llegar el amor de la misma manera que llega (según parece) a otros personajes en esta historia.

        

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